Sebastián de Aparicio nació en una aldea del reino de Galicia, España el 20 de Enero de 1522, Sebastián heredó de su padre el gusto por el trabajo, aprendió de agricultura, conoció la doma de toros y caballos, también aprendió del manejo de carretas y se aplicó al acarreo de mercancias.
Sebastián contaba con quince años cuando pidió
permiso y la bendición a sus padres para dejar el hogar y
partir hacia otros lugares con el fin de conseguir trabajo.
Ganaría más monedas y ayudaría al sostenimiento de la
familia, especialmente reuniría las dotes que necesitaban sus hermanas para poder contraer
matrimonio.
Sebastián conoció que muchos de sus compatriotas
que marchaban a las tierras recién descubiertas
del Nuevo Mundo estaban adquiriendo buenas
fortunas. La ilusión de hacer otro tanto se despertó en él
y decidió embarcarse. Contaba con 31 años cuando
desembarcó en el puerto de Veracruz. Era el año de 1533.
La ciudad de Puebla había sido fundada dos años antes,
en 1531. El "Gallego Sebastián" después de haber
trabajado durante casi veinticuatro meses en el puerto
veracruzano, buscó cobijo en la Angelópolis.
Los naturales de la región empleaban pequeños
troncos delgados para sembrar sus semillas. Sebastián
les construyó el primer arado. Cuando Sebastián advirtió
que los naturales cargaban sobre sus espaldas cuanto
tenía que ser transportado, les enseño a domar y
domesticar toros y caballos. Finalmente contribuyó para
que los indígenas convirtieran en menos pesados sus
trabajos mediante la construcción de la primera carreta.
Cabe el mérito a Sebastián de Aparicio de haber
sido el diseñador y constructor de las
primeras carreteras en México. La primera: de
Veracruz a Puebla; la segunda, de Puebla a México; una
tercera y una cuarta: de México a Querétaro y de
Querétaro a Zacatecas. Sebastián es merecedor de
incontables reconocimientos. Fue un civilizador en el
sentido estricto del término.
Sebastián de Aparicio caminó desde los buenos
triunfos hasta los mayores éxitos. Adquirió dinero,
se hizo de haciendas y le sobró fama de todo un
señor. Las semillas de bondad sembradas en su corazón
por sus padres lo condujeron a convertir sus casas en
escuelas de artesanías para los indígenas. Hizo de ellas,
además, albergues para los necesitados. Compartió su
pan, su ropa y su calzado con los naturales. Abrió
siempre las puertas de sus casas y haciendas a quien
llamara a ellas.
El buen Sebastián frecuentaba a los frailes
franciscanos de Tlalnepantla. Ellos, ante las
inquietudes y nuevas aspiraciones de Sebastián, le
aconsejaron que siguiera el consejo de Jesucristo: que
repartiera sus bienes entre los más necesitados y que, de
ser posible, ingresara entre los "Hermanos Menores de
San Francisco de Asís".
El de Aparicio siguió lo recomendado. Heredó mucho
de lo que tenía a los indígenas que lo rodeaban. Regaló
la mayor parte de su dinero a las Monjas Clarisas de la
región y les pidió que le permitieran servirlas en el oficio
de portero y mandadero del monasterio. Le fue
concedido.
Quiso Dios que Sebastián de Aparicio vistiera el
hábito franciscano, que viviera su noviciado y que
emitiera sus votos de vivir hasta la muerte, en pobreza,
obediencia y castidad. Los superiores lo enviaron a Tecali
(población cercana a la ciudad de Puebla) en donde
desempeñó los oficios de portero, cocinero, sacristán y
hortelano. Porque en el convento de Puebla requerían de
sus servicios, puesto que el número de frailes era muy
elevado, fue trasladado a ese lugar.
Allí volvió a las carretas y a los toros. Se convirtió
hasta unos días antes de su fallecimiento en el hermano
franciscano que recorrería la mayoría de las poblaciones
aledañas a la ciudad. Hasta los 98 años, edad en la que
Dios lo llamó a su Reino, Fray Sebastián de Aparicio fue
el hijo de Francisco de ASÍS que sirvió a sus hermanos de
hábito recolectando leña, semillas, verduras y cuanto la
gente le regalara para la alimentación de los frailes. Falleció el 25 de febrero de 1600. Su cuerpo fue
exhumado por primera vez el 19 de julio del mismo año
de su muerte. El cadáver fue encontrado incorrupto. Dos
años después es exhumado por segunda vez (junio 29 de
1602). El cuerpo continuaba incorrupto. La jerarquía
eclesiástica, a petición de los franciscanos, inicia
investigaciones y análisis sobre la vida y virtudes de Fray
Sebastián de Aparicio. El Papa Clemente XIII declara que
sus virtudes fueron heroicas (mayo 2 de 1768). Finalmente
el Sumo Pontífice Pío VI decreta la solemne beatificación
de Fray Sebastián de Aparicio. Esto sucedió el 1 de mayo
de 1789. El cuerpo del Beato Fray Sebastián de Aparicio
continúa incorrupto y es venerado en la capilla que lleva
su nombre y que se encuentra dentro del templo de San
5
Francisco en la ciudad de Puebla.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario